09 febrero, 2009

En una ciudad de Tokio
recorrida por kilómetros de tubos fluorescentes
observada como halcón y de noche,
imagino a cada japonés soñando
y los sueños elevándose como una proyección.
Consigo llenar la ciudad de personajes
traspasados unos por otros,
memoria colectiva
segundo piso de vida sincera.
Eso que veo es para el niño que duerme
en una haima redonda en el desierto
y que no sabe qué es el cine.

En el desierto sale el sol
las cinco de la mañana.
La luz rosa redondea tu cara,
roza la manta gris del camello.
Tiempo de arena en la duna.
Un príncipe, que solo vive para una rosa,
cae lentamente
como cae un árbol.
Eso que veo es para el tipo encerrado en la ventanilla del banco
que me mira agitando su reloj de muñeca.

Mi habitación, uno de noviembre
Elijo fotos, brillo, mate
marco, papel, cartón, caja.
Colgadas con chinchetas
En hilera de zarcillos seducidos
que siguen un criterio,
de menor a mayor: pasión.
Ojos abiertos,
dos mil setecientas fotos, 30 años.
Esa visión es para las tías brujas, los tíos toca-huevos
las abuelas machaconas,
las madres sumisas que ríen cuando me ven intentar la eternidad.

Mi mano reposa sobre la torre de hojas escritas
La obra
El autor
Esa visión es para el comercial que espera mi correo urgente,
mal escrito.
Para la vida sin aire.

Vuelvo a lo alto,
abajo ya no es Tokio,
mi sigue sobre la tuya.
Abajo la torre Eiffel, navidad,
Una estructura metálica con rayos
que recoge tu cara.
No se me ocurre mejor lugar,
La visión imborrable de Paris
es para mi secreto
que empieza a tejerse como idea.
Esperanza.

1 comentario:

Chelo Insania dijo...

Me ha hecho temblar. En Tokio vi por primera vez a Joy Pachinko.
--CHI