21 septiembre, 2008

Camisa de ortigas

Vivimos entre actos desordenados. Cogemos el móvil mientras hacemos el amor. Respondemos a todo lo externo con el movimiento caótico de la pasión, huyendo o quemando. Perdemos dos horas en un atasco y los pasillos del centro comercial se convierten en cumbres empinadas. Para conseguir una barra de pan tenemos que aparcar. Los niños madrugan como antes los segadores. Se vencen sus cabecitas frente al colacao y una madre colérica que envuelve en plata su comida hipocalórica a las seis de la mañana. Pagamos una hipoteca que se asegura que no huyamos. Las cámaras vigilan que no corras a más de noventa y miles de agentes se visten cada día para que tu respuesta no sea el alcohol.

Nadie, nadie se para a tejer una camisa de ortigas.

Nadie se toma el tiempo necesario para mirar lo cansados que están sus músculos, lo ahogado de su pulmón. Nadie salvo Ascensión Toboso.

Ascensión Toboso se marchó de viaje en Noviembre del 2004. Apagó el televisor, cubrió el coche con una funda de pana marrón. Se olvido el pin y el punk. Anuló las cuentas. No volvió a envolver algo para llevar. Se aseguró de no necesitar nada que estuviera al final de un pasillo. La historia de esta mujer es la historia que yo querría vivir. Es la historia por la que existe este blog.

18 septiembre, 2008

Violencia II



Una chica dibuja con el dedo sobre papel. Desliza el dedo mojado por la hoja. El color azul arruga el folio a su paso creando olas. Tiene la regla. La regla es roja. Ella pinta en azul deseando algo. Mira de cerca los poros del papel, la superficie que patina. Es como acariciar a alguien a quien quieres mucho, piensa.
El chico la coge la mano y la para. Aprieta la mano hasta que ella abre todos los dedos y caen gotas azules sobre su camisa.

10 septiembre, 2008

Violencia I

A la derecha hay un hombre.
A la izquierda una mujer.
Entre ambos un cristal. Una urna. Un bloque de vidrio grueso.
Desde donde yo estoy veo el canto del cristal azul.
El hombre golpea el cristal… Empieza a quebrarse.
La mujer esta inmóvil… Le mira.
En medio de la escena aparece alguien.
El hombre no se ha dado cuenta, pero otro hombre mayor ha abierto la puerta y avanza directo a él.
Sostiene un cuchillo en la mano derecha.
Yo miro.
El mayor clava el cuchillo en su espalda y llega hasta el corazón.
El hombre no percibe el dolor. Piensa: estoy rabioso con ella, no me ama.
El mayor vuelve a clavar el cuchillo. Esta vez entra por la nuca y sale por la boca.
La mujer.
La mujer también puede verlo. La mujer me mira. La mujer le grita.
Mi padre ya no puede hablar ni... pero sigue golpeando el cristal.